Hasta entonces yo sólo había conocido calles, carreteras y aeropuertos,,, aquella mañana en el mar sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida. En los años siguientes mis ojos volvieron a contemplar las extensiones de interminables ciudades desiertas de hombres y las rutas de todos los aviones,,, pero ahora sé que éste es sólo uno de los muchos caminos que se me abrían aquella mañana de mar a bordo.

Al llegar a cada nuevo puerto, el navegante encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía; la extrañeza de lo que no eres o no posees más, te espera al paso de los lugares extraños y no poseídos.

Entro en un puerto: veo a alguien que vive en el muelle una vida o un instante que podrían ser míos; en el lugar de aquel hombre ahora hubiera podido estar yo  si me hubiese detenido en el tiempo, mucho tiempo antes, o bien, si mucho tiempo antes en una encrucijada, en vez de tomar por un camino hubiese tomado por el opuesto y al cabo de una larga vuelta hubiera ido a encontrarme en el lugar de aquel hombre en aquel muelle. 

En adelante, de aquel pasado mío verdadero o hipotético, yo quedo excluido; no puedo detenerme; debo continuar hasta otro puerto donde me espera otro pasado mío, o algo que quizás había sido un posible futuro y ahora es el presente de alguien que no soy yo.

Los futuros no realizados son sólo ramas del pasado: ramas secas.

El navegante reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha tenido y no tendrá.

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